En un niño los síntomas físicos del estrés pueden incluir: pérdida de apetito, dolores abdominales, dolor de estómago, otros síntomas físicos cuyas causas son inexplicables, cefalea, trastornos del sueño, volver a empezar a mojar la cama, etc.
Los síntomas emocionales y psíquicos están representados por: ansia y preocupación, incapacidad de relajarse, miedos nuevos o recurrentes (a la oscuridad, a los extraños, a estar solo), incapacidad de controlar las emociones, comportamiento caprichoso, agresividad, reaparición de comportamientos típicos de cuando era pequeño, negación a participar en las actividades escolares o familiares.