Es típico de los 7 a los 10 años de edad y está vinculado al momento del desarrollo psicológico y emocional en el que el niño se da cuenta de que la muerte es un hecho «irrevocable».
Puede estar provocado por problemas familiares graves (por ejemplo, separaciones o lutos) o estados de ansiedad, estrés, etc.
En este tipo de trastorno, el niño llora, requiere de manera excesiva que lo tranquilicen y se niega a dormir.
Los temores pueden desaparecer parcial o completamente si al niño se le permite dormir en compañía de alguien o utilizando algunas estrategias.