La mayor parte del cloro del organismo se ingiere a través de la dieta, principalmente en forma de sal de mesa (cloruro sódico). Las principales fuentes alimentarias de cloro son los alimentos procesados, las carnes procesadas (como jamón, beicon, salchichas, etc.), el queso y los encurtidos, las salsas alimentarias (como la salsa de soja) y el pescado en conserva.
El cloro se encuentra de forma natural en todos los alimentos no procesados, aunque en cantidades muy pequeñas. Por ejemplo, el pescado y la carne crudos y sin procesar pueden contener hasta 4 mg de cloro por gramo de alimento, mientras que la fruta y la verdura suelen permanecer por debajo de 1 mg de cloro por gramo de alimento.