Se trata de una situación en la que los niveles de fósforo en sangre son bajos. Esto puede deberse a una menor absorción de fósforo, a una mayor eliminación de fósforo por los riñones y a un desplazamiento de fósforo de los fluidos extracelulares al interior de la célula. La excreción renal de fosfato es casi igual a la absorción gastrointestinal, por lo que el fosfato se mantiene en equilibrio. Hay circunstancias en las que el equilibrio puede verse alterado. Por ejemplo, en el caso de: enfermedades intestinales que impiden la absorción de fósforo; enfermedades renales que provocan la pérdida de fósforo con la orina; uso de ciertos medicamentos que pueden reducir los niveles de fósforo (por ejemplo, antiácidos que contienen hidróxido de aluminio); abuso de alcohol porque interfiere en la absorción y utilización del fosfato. Por otro lado, es difícil que la hipofosfatemia se deba a una ingesta reducida de fósforo a través de los alimentos, ya que el fósforo se encuentra en la mayoría de los alimentos. Los efectos evidentes solo suelen observarse en casos de hipofosfatemia importante. Los efectos de la hipofosfatemia incluyen debilidad muscular, malestar, pérdida de apetito, diplopía (visión doble), sensación de agujetas o dolor muscular, parestesias (alteración de la sensibilidad que se percibe como una sensación de hormigueo, entumecimiento u hormigueo), síntomas neurológicos, síntomas cardíacos y anemia.