Los resultados de numerosos estudios demuestran que el estrés oxidativo persistente favorece el desarrollo de muchas enfermedades como: cáncer, trastornos neurológicos, aterosclerosis, hipertensión, enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), catarata y otras lesiones degenerativas del ojo debidas a la edad.
El estrés oxidativo favorece muchos de los fenómenos relacionados con el envejecimiento.