Es el trastorno del sueño más frecuente en los primeros años de vida.
Se presentan numerosos despertares nocturnos y el niño no consigue conciliar el sueño porque «asocia» la idea de dormir a una situación o un objeto.
Por ejemplo, que lo tengan en brazos o arrullen, beber el biberón, o cualquier otro ritual.
Cuando el niño se despierta por la madrugada, no puede volver a dormirse solo, llama a su madre y a su padre, exige la presencia de uno de los dos, necesita el ritual con el que se ha acostumbrado a quedarse dormido.
Este trastorno puede mejorar con intervenciones conductuales y el cumplimiento de los principios de higiene del sueño.