Insomnio infantil
Los trastornos del sueño también son muy frecuentes en la infancia y causan molestias y preocupaciones a los padres, ya que ellos tampoco duermen bien y esto tiene un gran impacto en la calidad de la vida familiar. En la mayoría de los casos el problema “se resuelve por sí mismo” con el tiempo, aunque en algunos casos puede persistir, lo que provoca trastornos emocionales y de comportamiento.
El trastorno del sueño más común en los niños es el insomnio infantil, que se caracteriza por la presencia de los siguientes trastornos durante más de tres noches a la semana:
- El niño tarda en dormirse (más de 30-45 minutos)
- Se despierta por la noche y le cuesta volver a dormirse, y suele pedir la presencia de mamá y/o papá.
- Se despierta demasiado temprano por la mañana.
¿Cuáles son las causas?
Puede ser debido a un problema preexistente, por ejemplo, apnea del sueño debida a problemas obstructivos de las vías aéreas superiores, una enfermedad crónica o debido a la presencia de dolor. Estos casos suelen ser menos frecuentes, y el trastorno del sueño se resuelve si la enfermedad subyacente se trata adecuadamente.
No obstante, generalmente la causa principal del insomnio infantil no es debida a una enfermedad, sino que es el resultado de un comportamiento inadecuado de los padres en el momento de acostar al niño, que puede estar relacionado con las formas, tiempos y actitudes, y que llevan a crear durante los primeros seis a nueve meses de vida un círculo vicioso que se autoalimenta.
Primeros años de vida
La alteración del sueño más frecuente en los primeros años de vida es lo que en términos médicos se denomina alteración del sueño por asociación y despertares nocturnos. El insomnio infantil con frecuentes despertares nocturnos está relacionado con el hecho de que algunos niños no son capaces de dormirse excepto en presencia de ciertos objetos o situaciones, por ejemplo, la presencia constante de mamá y/o papá, ser abrazado y acunado, beber del biberón o cualquier otro ritual que se cree con el tiempo.
Cuando estos niños se despiertan por la noche, y esto ocurre con frecuencia por desgracia, permanecen despiertos durante mucho tiempo y no pueden volver a dormirse por sí solos. Entonces llaman a sus padres, exigen su presencia y para dormir necesitan el ritual con el que se han acostumbrado a dormirse.
Niños de 2-3 años
A la edad de 2 a 3 años, aparece con mayor frecuencia el insomnio debido a la dificultad para conciliar el sueño. Esto se debe generalmente al hecho de que los padres son incapaces de establecer y hacer cumplir reglas firmes para conciliar el sueño. El niño se niega a ir a la cama a la hora fijada por mamá y/o papá, si se le lleva a la cama tiene una rabieta, los padres a menudo ceden y es posible que el niño tarde mucho tiempo en dormirse.
Con el tiempo, el problema se agudiza y estos niños a menudo duermen mucho menos de lo que se esperaría para su edad. Esto también puede tener un efecto negativo en el temperamento y el comportamiento en el hogar y en la escuela. Los factores que pueden causar este problema son un estilo parental demasiado permisivo, conflictos entre los padres sobre la forma de educar al niño, el temperamento vivaz y poco colaborativo del niño, etc.
Niños de 7-10 años
Más típico de los 7 a los 10 años es el insomnio por causas psicológicas y el miedo a quedarse dormido, que probablemente esté relacionado con una fase particular del desarrollo psicológico y emocional. Es la edad en la que los niños adquieren el concepto de muerte como un momento “irrevocable”. El problema puede desencadenarse y mantenerse debido a acontecimientos traumáticos como graves problemas familiares, estados de ansiedad, estrés, etc.
En este tipo de perturbación, el niño, cuando se va a dormir, llora y necesita que lo tranquilicen en gran medida, se niega a dormirse; los miedos pueden desaparecer parcial o totalmente si se le permite dormir en compañía de alguien cuya presencia lo tranquilice. Otros tipos de insomnio que puede sufrir un niño, como la hipersomnia, la narcolepsia, las alteraciones del sueño relacionadas con la respiración (apnea del sueño) y los trastornos del ritmo de sueño circadiano, son mucho menos frecuentes que los problemas descritos anteriormente, y todos ellos requieren una cuidadosa evaluación por parte del pediatra y una compleja intervención terapéutica.
¿Cuándo acudir al pediatra?
Hay situaciones que deben ser puestas en conocimiento del pediatra sin demasiada demora para que pueda evaluar la situación del niño y decidir cómo abordar el problema. Por ejemplo, si el niño ha dormido mal durante mucho tiempo, si tiene miedos desmotivados y persistentes a la hora de acostarse, si ronca por la noche y tiene episodios de apnea (a veces parece como si dejara de respirar).
La evaluación del pediatra es aún más necesaria si el niño, como consecuencia del trastorno del sueño, ha cambiado incluso durante el día, se muestra muy caprichoso, constantemente rebelde, irritable y agresivo, o es muy difícil de manejar incluso en la escuela. También es necesario consultar con el pediatra en caso de sonambulismo, episodios de terrores nocturnos, pesadillas frecuentes (semanales o varias veces a la semana). En términos médicos, estos tres trastornos del sueño se definen como parasomnias.
Cómo favorecer un buen sueño en los niños
Algunas cosas que los padres pueden hacer para ayudar a que el niño se duerma sin problemas y a que mantenga un sueño sereno:
- Establecer ritmos de sueño regulares (horarios más o menos regulares para dormirse y despertarse).
- Crear un ritual positivo (baño, iluminación tenue, etc.)
- Acostar al niño cuando tenga mucho sueño, pero aún esté despierto.
- Salir de la habitación antes de que el niño se duerma para que pueda adquirir la capacidad de dormirse solo.
- Evitar que se duerma mientras esté comiendo, en brazos mientras se le acuna, etc. De lo contrario, cuando se despierte durante la noche necesitará las mismas cosas para volver a dormirse.
- Por la noche, lo mejor es crear un ambiente con poca luz y no permitir que el niño juegue con el ordenador, la tablet o el móvil a partir de las 19.00 h. Por la noche, la televisión debe estar apagada hasta que el niño se vaya a dormir.
- Para mantener bajo control la situación por la noche hay que conservar la calma y hablarle al niño con voz firme y decidida, expresándole afecto, pero también la firme intención de que tiene que acostarse a la hora indicada.
Si a pesar de toda la buena voluntad y los esfuerzos, los padres no logran establecer rituales y hábitos positivos y el niño sigue durmiendo poco, se puede recurrir a algunas plantas medicinales como pasiflora, melisa y manzanilla. Son plantas que han demostrado científicamente la capacidad de favorecer la relajación y ayudar a conciliar el sueño. Una combinación equilibrada de extractos titulados y estandarizados de estas plantas puede ser de ayuda para el niño, ya que limitan los despertares nocturnos y facilitan la conciliación del sueño. Esto puede mejorar la calidad de vida del niño y de sus padres, y facilitar el proceso de adquisición de buenos hábitos de higiene del sueño.