Inquinamento da sostanze chimiche
El uso de sustancias químicas ha aumentado de manera impresionante en ciertos sectores productivos, especialmente en la industria, la agricultura y los transportes. Desde 1950 hasta hoy, se han sintetizado más de 140.000 nuevas sustancias químicas y pesticidas; más de 3.000 de estas se utilizan en grandes cantidades (más de 300.000 kg al año), se dispersan en el medio ambiente y todos los seres vivos están expuestos a ellas.
La exposición humana ocurre a través del aire que se respira, el agua que se bebe o con la que se lava, los alimentos que se consumen, el suelo que se toca, los utensilios que se utilizan, los detergentes, los cosméticos, etc.
Estamos expuestos prácticamente en todas partes: en casa, en la escuela, en el trabajo, en los parques, en el campo, en el mar, en la montaña y durante los desplazamientos.
Se han encontrado cantidades medibles de cientos de sustancias químicas de alta producción en la sangre y orina de prácticamente todos los ciudadanos de los Estados Unidos. En áreas particularmente contaminadas, se han detectado altos niveles de estas sustancias también en la leche materna y en la sangre del cordón umbilical. Menos del 45% de estas sustancias han sido estudiadas por su toxicidad básica, y menos del 10% por sus efectos en los niños.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los 10 mayores peligros químicos para la salud pública son: plomo, amianto (asbesto), mercurio, arsénico, benceno, dioxinas, pesticidas altamente tóxicos, cadmio, flúor y, en general, las sustancias adheridas a las partículas en suspensión. Los productos químicos pueden tener efectos negativos para la salud, a menudo debido a exposiciones prolongadas.
Las dioxinas y sustancias similares, incluidos los policlorobifenilos (PCB), se consideran contaminantes orgánicos persistentes (COP), es decir, sustancias que permanecen en el medio ambiente, se acumulan en los organismos vivos y pueden perjudicar la salud. A menudo también se encuentran en regiones remotas del planeta, ya que son transportadas a largas distancias a través del agua, el aire, etc., desde los lugares donde se producen. Especialmente peligrosas para la salud son las sustancias químicas que actúan como disruptores endocrinos.
¿Qué son los alteradores endocrinos?
Los alteradores endocrinos (EI) incluyen una amplia gama de sustancias químicas que pueden alterar el equilibrio hormonal de los organismos vivos, incluidos los seres humanos. Los IE interfieren en las señales bioquímicas normales liberadas por las glándulas endocrinas del organismo, que regulan funciones delicadas: las defensas inmunitarias, el funcionamiento de determinadas glándulas endocrinas (por ejemplo, la tiroides), el metabolismo, las funciones reproductivas y neuropsicológicas.
Las patologías inducidas por la exposición frecuente a dosis bajas de IE son: trastornos tiroideos y del neurodesarrollo (trastornos cognitivos, conductuales y relacionales), aumento de la frecuencia de abortos, reducción de la fertilidad, anomalías genitales y reproductivas, endometriosis, obesidad y diabetes 2, cánceres, enfermedades inmunomediadas. Los IE actúan de forma insidiosa, incluso en pequeñas dosis, sobre todo en etapas cruciales del desarrollo, como la vida intrauterina o la primera infancia. La exposición a IE también puede provocar alteraciones en los gametos (espermatozoides y óvulos) con daños para la salud que podrían transmitirse de generación en generación. Entre las sustancias químicas con efectos alteradores endocrinos se encuentran las dioxinas, los PCB (policlorobifenilos), diversos plaguicidas, pero también sustancias presentes en nuestro entorno cotidiano y en productos de consumo, como los retardantes de llama, los ftalatos y el bisfenol A.
Contaminación por medicamentos
Los medicamentos, aunque son muy útiles e incluso indispensables para la supervivencia, se han convertido en motivo de preocupación en todo el mundo como contaminantes «emergentes» del medio ambiente. Estos contaminantes son sustancias que hasta ahora no habían generado preocupación significativa, pero cuya relevancia está emergiendo. Esto se debe al uso cada vez más extendido de los medicamentos, que ha provocado su dispersión en el medio ambiente, ya que los residuos pueden liberarse durante su producción, uso (a través de la orina, las heces, el sudor) y eliminación.
Residuos de distintos tipos de medicamentos (hormonas, antitumorales, antidepresivos, antibióticos, etc.) se han encontrado en aguas superficiales, subterráneas, potables, en el suelo, en el aire y en la fauna silvestre de todo el mundo. Las cantidades de cada medicamento son pequeñas, pero hay muchas moléculas activas diferentes (es decir, los principios activos de los medicamentos) presentes en el ambiente. Su difusión es global, y tanto los animales como las personas están expuestos durante largos períodos a una mezcla de estas sustancias.
Esto genera preocupación, ya que, aunque las concentraciones sean mínimas (en las aguas se han detectado niveles en nanogramos —una milmillonésima parte de un gramo— o microgramos —una millonésima parte de un gramo— por litro), los medicamentos y sus residuos podrían representar un riesgo para la salud humana. Además, ya se conocen efectos negativos significativos en los animales.
No es fácil determinar con precisión cuál es la fuente principal de este tipo de contaminación. Sin embargo, es seguro que todos, como consumidores, contribuimos de manera importante a este problema.
La mayoría de los medicamentos que ingerimos son expulsados del cuerpo mediante la orina, las heces o el sudor, y terminan en las aguas residuales (aguas negras). Muchos medicamentos que se aplican como cremas, lociones o parches transdérmicos también contribuyen al problema: la parte que no es absorbida por la piel se elimina durante la ducha o el baño, y de nuevo acaba en las aguas residuales.
Una parte significativa de los medicamentos no utilizados o caducados, que suelen acumularse en el típico botiquín de cada hogar en Italia, no se desecha de manera adecuada. Asimismo, los hospitales o las residencias privadas también pueden ser una fuente importante de contaminación. Estas instituciones consumen grandes cantidades de medicamentos, pero los sistemas de tratamiento de aguas residuales con los que cuentan a menudo no son suficientemente eficaces para filtrar estas sustancias.
Por último, las empresas farmacéuticas también representan una fuente importante de contaminación, aunque su impacto varía. Un estudio realizado en los Estados Unidos demostró que algunos centros de fabricación de medicamentos contaminan entre 10 y 1.000 veces más que otras instalaciones de tamaño similar.
Los medicamentos han sido diseñados para ser biológicamente activos, es decir, para provocar efectos en las células del organismo incluso a bajas concentraciones. Están diseñados para durar mucho tiempo y, con frecuencia, no son biodegradables, lo que significa que no se descomponen rápidamente en el medio ambiente. Esto provoca que tiendan a persistir en la naturaleza y a acumularse (bioacumulación) en el biota, el conjunto de organismos animales y vegetales que forman parte de un ecosistema.
Investigaciones recientes han demostrado que los medicamentos se acumulan en los invertebrados acuáticos, que luego son ingeridos por los peces, los cuales a su vez pueden ser consumidos por los seres humanos. Este fenómeno, conocido como biomagnificación, contamina la cadena alimentaria.
No es fácil estudiar los efectos que pueden causar cantidades mínimas de medicamentos en el organismo humano. Los efectos crónicos, aquellos provocados por una exposición prolongada, podrían deberse a alteraciones mínimas que no siempre se identifican a tiempo. Cuando el daño se manifiesta, después de muchos años, no siempre es posible establecer si existe una correlación entre la exposición a la sustancia farmacológica y el problema de salud que presenta la persona.
Una de las mayores preocupaciones es el efecto acumulativo de cantidades incluso mínimas de productos farmacéuticos presentes en el agua potable, especialmente en las poblaciones más vulnerables, como los niños, las mujeres embarazadas y las personas con discapacidades.
El aspecto más alarmante, y sobre el cual ya se han observado efectos evidentes, es la exposición ambiental indirecta a los antibióticos, lo que puede dar lugar a bacterias resistentes a los antibióticos y, por tanto, exponer a los seres humanos al riesgo de infecciones que no puedan tratarse.
Aunque hay incertidumbre respecto a los efectos en la salud humana, existen muchas pruebas de que los productos farmacéuticos presentes en el agua afectan significativamente la vida acuática y más allá. Por ejemplo:
- Feminización y esterilidad de animales acuáticos: Los residuos de píldoras anticonceptivas provocan feminización en peces y esterilidad en ranas. Los estudios realizados en peces río abajo de plantas de tratamiento de aguas residuales han detectado un mayor número de peces femeninos e intersexuales en comparación con los que viven río arriba.
- Muerte masiva de aves carroñeras: En Pakistán, el Diclofenaco (un potente antiinflamatorio) ha causado la muerte de miles de buitres que se alimentaron de cadáveres contaminados con este medicamento.
- Lesiones en animales acuáticos: El Diclofenaco, incluso en las concentraciones que se encuentran en agua dulce, provoca lesiones en los riñones y las branquias de las truchas.
- Resistencia bacteriana en el suelo: La Sulfadiazina, un antimicrobiano utilizado en la cría de cerdos, favorece la resistencia a los antibióticos en bacterias presentes en el suelo.
Estos ejemplos subrayan la importancia de tomar medidas para reducir el impacto ambiental de los medicamentos, protegiendo tanto la salud humana como los ecosistemas.
Recomendaciones para el uso y eliminación responsable de medicamentos:
- Adquirir o solicitar solo los medicamentos indispensables: Evita acumular fármacos en casa.
- Completar siempre el tratamiento: Sigue las indicaciones médicas hasta el final para evitar sobras.
- Nunca desechar medicamentos sobrantes en el lavabo o inodoro: Esto evita la contaminación del agua.
- Depositar los medicamentos caducados en contenedores específicos: Utiliza los puntos de recogida ubicados en farmacias o centros de recolección municipales.
- Separar correctamente los materiales en casa:
- Tabletas, píldoras, cápsulas y comprimidos: Extrae estos del blíster y deséchalos según las instrucciones de los sistemas de reciclaje locales.
- Frascos de medicamentos líquidos: Deposítalos directamente en los puntos de recogida de medicamentos en farmacias.
- Cajas de cartón y papel: Recíclalas en los contenedores destinados a papel y cartón.
Contaminación por plásticos
La difusión en el medio ambiente de partículas derivadas del plástico, como microplásticos (de 0,1 a 5000 micrómetros (µm)) y nanoplásticos (de 0,001 a 0,1 µm, es decir, de 1 a 100 nanómetros), es un problema de alcance mundial.
Los microplásticos y los nanoplásticos están presentes en todos los ecosistemas, tanto marinos como terrestres. Estos contaminantes se dispersan fácilmente a través de la actividad humana y la vida silvestre, entrando en la cadena alimentaria y afectando a todos los niveles de los ecosistemas.
La exposición humana a estas partículas puede ocurrir a través de la ingestión de pescado, mariscos, ostras, mejillones, agua contaminada, sal e incluso por la inhalación de aire contaminado. Estos microplásticos y nanoplásticos pueden contener y transportar sustancias peligrosas, incluidas las que tienen propiedades de interferencia endocrina, como el bisfenol A (presente en los envases plásticos), los policlorobifenilos (PCB) y los hidrocarburos aromáticos policíclicos (HAP), entre otros.
La contaminación electromagnética
La presencia de campos electromagnéticos (CEM) es cada vez más intensa e invasiva en la vida cotidiana, especialmente en áreas densamente urbanizadas. Los riesgos para la salud pueden derivar de la exposición a CEM tanto de baja frecuencia (provocados por líneas de alta tensión y equipos eléctricos) como de alta frecuencia (provocados por teléfonos móviles, teléfonos inalámbricos y antenas para la comunicación radiofónica y televisiva).
Ambos tipos de CEM están clasificados por la IARC, la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer, en el «Grupo 2B», lo que indica un riesgo cancerígeno «posible» (aún no comprobado) para los seres humanos.
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En el caso de las frecuencias bajas, existen pruebas científicas limitadas que sugieren un riesgo de leucemia infantil relacionado con la exposición en el hogar, así como un aumento en la frecuencia de leucemia linfática crónica debido a exposiciones laborales. Para las frecuencias altas, se ha observado una relación entre la exposición a radiofrecuencias provenientes de teléfonos inalámbricos y un aumento en el riesgo de glioma (un tipo de tumor cerebral) y neurinoma del nervio acústico.
Como ocurre con todas las formas de contaminación, es especialmente importante reducir la exposición, en particular en niños y mujeres durante el embarazo. En este caso, los niños representan la categoría más vulnerable por varias razones: la exposición está potencialmente destinada a durar varias décadas; el cerebro está en proceso de organización funcional (sinapsis, circuitos, etc.); la barrera hematoencefálica es más permeable; la parte del cerebro expuesta es, en proporción al adulto, mucho más grande; el tejido óseo es más delgado; el tejido cerebral tiene una mayor cantidad de agua y concentración de iones, lo que conduce y absorbe más energía.
CONSEJOS PARA LIMITAR LA CONTAMINACIÓN ELECTROMAGNÉTICA
Limitar el uso del móvil: Evita el uso excesivo de teléfonos móviles, especialmente en niños y adolescentes. Utiliza el altavoz o auriculares con cable en lugar de sostener el teléfono cerca del cuerpo, y preferiblemente escribe en lugar de hablar.
Evitar llamadas con señal débil: Cuando el teléfono muestra una o ninguna barra de señal, el dispositivo emite más radiación para recibir la señal. Trata de evitar hacer llamadas en estas condiciones.
No usar el móvil en el coche: Usar el teléfono móvil mientras conduces aumenta la exposición a radiación y también incrementa el riesgo de accidentes.
Esperar antes de hablar: Espera a que el teléfono se conecte con la red antes de acercarlo a la cabeza, ya que los móviles emiten más radiación cuando intentan conectarse.
Mantener distancia de dispositivos electrónicos al dormir: No pongas radios despertadores ni otros aparatos electrónicos cerca de la cabeza mientras duermes, y mantén una distancia mínima de 2 metros al ver la televisión.
Evitar el uso de mantas eléctricas y otros dispositivos durante el sueño: Es recomendable no usar mantas térmicas o calefacciones eléctricas mientras duermes, especialmente durante el embarazo.
Mantener distancia en la vigilancia de bebés: Los monitores o dispositivos de vigilancia deben mantenerse al menos a 50 cm de la cabeza de los bebés.
Evitar estar cerca de electrodomésticos en funcionamiento: Evita pasar mucho tiempo cerca de electrodomésticos como hornos microondas, y mantén el secador de pelo alejado de la cabeza.
Limitar electrodomésticos innecesarios: Trata de reducir el uso de aparatos eléctricos no esenciales, como cepillos de dientes eléctricos, afeitadoras eléctricas, rizadores, etc.