Enfermedades cardiovasculares: factores de riesgo y su prevención - Apoteca Natura

Enfermedades cardiovasculares: factores de riesgo y su prevención

RIESGO CARDIOVASCULAR Y PREVENCIÓN

Los factores de riesgo cardiovascular son aquellas condiciones que aumentan la probabilidad de desarrollar una enfermedad del sistema cardiovascular y de sufrir un acontecimiento grave, como un infarto de miocardio o un ictus.

Algunos factores (edad, sexo y antecedentes familiares) no pueden modificarse porque escapan a nuestro control. Sin embargo, deben tenerse en cuenta a la hora de definir el nivel de alerta de cada uno. Por lo tanto, debemos ser conscientes de que:

  • A medida que envejecemos, nuestro riesgo cardiovascular aumenta progresivamente;
  • En general, los hombres tienen un mayor riesgo cardiovascular a cualquier edad, mientras que las mujeres deben tener especial cuidado después de la menopausia;
  • Si tenemos familiares de primer grado (padre, madre, hermana, hermano) que han tenido eventos cardiovasculares a una edad temprana (menos de 55 años si son hombres y 65 si son mujeres), tenemos una mayor probabilidad de que se produzca la enfermedad.
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Factores de riesgo cardiovascular

También hay factores «modificables» que pueden ser reversibles: revisando nuestro comportamiento podemos reducirlos o eliminarlos, ayudando así a prevenir las enfermedades cardiovasculares.

Podemos decidir dejar de fumar, podemos controlar nuestro peso, nuestra tensión arterial, la colesterolemia, si tenemos diabetes, etc. Cada uno de estos factores contribuye a aumentar el riesgo cardiovascular. Otro factor de riesgo es el síndrome metabólico, una afección compleja que suele ser consecuencia de un estilo de vida incorrecto. Para reconocerlo, uno de los indicios más importantes es la presencia de un perímetro abdominal aumentado (≥94 cm en los hombres y ≥80 cm en las mujeres) incluso en sujetos de peso normal, asociado a al menos dos de los siguientes parámetros metabólicos alterados*: tensión arterial ≥130/85 mmHg o en tratamiento antihipertensivo; glucemia en ayunas >100 mg/dl o diabetes conocida; trigliceridemia ≥150 mg/dl; colesterol HDL <40 mg/dl en varones y <50 mg/dl en mujeres.

*Criterios de la Federación Internacional de Diabetes (IDF) (2005

Por lo tanto, una persona con más de un factor de riesgo simultáneamente tiene más probabilidades de sufrir una enfermedad cardiovascular que la simple suma de los factores de riesgo individuales.

Por tanto, a la hora de evaluar el riesgo cardiovascular, hay que tener en cuenta no solo el nivel de un único factor de riesgo (colesterol o tensión arterial), sino también la concomitancia de varios factores. Por poner un ejemplo, una persona con un valor de colesterol no especialmente elevado y, por tanto, no preocupante en sí mismo, podría tener, en cambio, un riesgo cardiovascular si fuera fumador y tuviera además un valor de tensión arterial algo superior al normal. Por desgracia, los factores de riesgo también suelen estar interrelacionados: los errores dietéticos, por ejemplo, contribuyen al sobrepeso, al aumento del colesterol y los triglicéridos, a la hipertensión, a la diabetes, etc.

Conocer y controlar los parámetros metabólicos es de vital importancia para la salud cardiovascular y su prevención.

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  • COLESTEROL Y TRIGLICÉRIDOS: El colesterol es una sustancia esencial para el organismo y está presente en las células de todos los órganos y tejidos. Es producido en gran parte por el hígado, pero también puede introducirse a través de los alimentos. Desempeña muchas funciones útiles en el organismo y, en condiciones normales, existe un equilibrio entre la cantidad de colesterol producida por el hígado e introducida con los alimentos (colesterol total) y la cantidad utilizada y eliminada. Factores genéticos (hipercolesterolemia familiar) o estilos de vida incorrectos (por ejemplo, dieta rica en grasas) provocan una alteración de este equilibrio, lo que se traduce en un aumento del colesterol sanguíneo que, en presencia de otros factores como niveles elevados de triglicéridos, diabetes e hipertensión arterial, incrementa el riesgo cardiovascular.

Los triglicéridos, grasas que constituyen una importante fuente de energía para el organismo, también están presentes en la sangre. Una dieta rica en grasas, hidratos de carbono (azúcar, pan, pasta) o alcohol provoca un aumento de los niveles de triglicéridos en sangre, que a menudo se asocian a niveles elevados de colesterol LDL y bajos de colesterol HDL (conocido como «colesterol bueno»). Por tanto, es esencial controlar tanto el colesterol como los triglicéridos para reducir y prevenir el posible riesgo cardiovascular, especialmente en presencia de otros factores de riesgo.

  • GLUCEMIA: expresa la concentración de glucosa en la sangre. El valor de glucemia en ayunas se considera normal cuando se sitúa entre 60 y 99 mg/dl. Cuando está entre 100 y 125 mg/dl hablamos de glucemia alterada en ayunas, una condición que predispone al desarrollo de diabetes, lo que aumenta el riesgo cardiovascular. Existen dos formas más conocidas de diabetes mellitus: la de tipo 1, una enfermedad autoinmune que suele aparecer en la infancia y la adolescencia, y la de tipo 2, la más frecuente, que se presenta en la edad adulta (aunque en los últimos años también afecta a los jóvenes) y tiene un origen multifactorial: además de los antecedentes familiares, son factores de riesgo relevantes: la dieta incorrecta (rica en azúcares y grasas), el sedentarismo y el sobrepeso.
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Los médicos diagnostican la diabetes:

  • cuando la glucemia en ayunas medida con un intervalo de al menos dos veces por semana es igual o superior a 126 mg/dl;
  • cuando se realiza una prueba de laboratorio (curva de carga o PTGO) y la glucemia es superior a 200 mg/dl 2 horas después de la administración oral de 75 gramos de glucosa;
  • cuando hay un valor «aleatorio» de glucosa en sangre, es decir, medido en cualquier momento del día, superior o igual a 200 mg/dl y hay síntomas asociados de diabetes, como necesidad de orinar con frecuencia (poliuria), sensación excesiva de sed (polidipsia) y pérdida de peso inexplicable;
  • cuando la hemoglobina glucosilada (HbA1c) es igual o superior al 6,5%.

No conocer el diagnóstico y, por tanto, no someterse al tratamiento necesario, significa enfrentarse a graves consecuencias para la salud, sobre todo para el corazón y todo el sistema circulatorio, el cerebro, los ojos y los riñones. Hacer «prevención» contra la diabetes de tipo 2 significa ser capaz de identificar a los individuos que tienen más probabilidades de desarrollar esta enfermedad cuando aún tienen una glucemia normal pero presentan estilos de vida y hábitos alimentarios incorrectos sobre los que se puede trabajar para reducir el riesgo de desarrollar diabetes.

  • El FINDRISC TEST de la OMS (Organización Mundial de la Salud) es una herramienta fiable y rápida que no requiere análisis de sangre y que, mediante unas sencillas preguntas y la medición del peso corporal y el perímetro abdominal, permite estimar la probabilidad que tiene un individuo de desarrollar diabetes de tipo 2 en los próximos diez años. En presencia de un riesgo elevado, será imprescindible comunicar estos datos al médico de cabecera, quien podrá valorar la conveniencia de solicitar las investigaciones necesarias para profundizar en la situación y comprender si ya existe diabetes o una condición prediabética (por ejemplo, «intolerancia a la glucosa»). En todos los casos, quedará claro de inmediato que la corrección de ciertos hábitos incorrectos (sobre todo en lo que respecta a la dieta y la actividad física) redundará en una menor probabilidad de desarrollar esta enfermedad, que, como hemos visto, tiene consecuencias muy graves para nuestra salud.
    Tensión arterial: Dentro del sistema cardiovascular (corazón y vasos sanguíneos), la sangre circula con un determinado valor de tensión arterial que normalmente varía en función de diversos factores (esfuerzo físico, emociones, temperatura, reposo, etc.) o debido a determinadas enfermedades. Definimos presión «máxima» (sistólica) como la que se produce cuando el corazón se contrae y «bombea» sangre a las arterias, y presión «mínima» (diastólica) como la que se produce cuando el corazón está relajado entre contracciones. La presión arterial máxima tiende a aumentar con la edad y con estilos de vida incorrectos, y a medida que aumenta la presión arterial, también lo hace el riesgo cardiovascular. Además, la hipertensión favorece la formación de placas ateroscleróticas y aumenta el riesgo de infarto de miocardio e ictus. Se considera que los valores óptimos de presión arterial son de hasta 120 mmHg para la máxima y 80 mmHg para la mínima; «normal» son los valores entre 121 y 130 (no requieren medidas correctoras); «normal-alta» son los valores de presión arterial sistólica entre 131 y 139 (requieren atención aunque no esté indicado el tratamiento farmacológico). Por último, se habla de hipertensión cuando los valores superan un máximo de 140 mmHg y un mínimo de 90 mmHg respectivamente.

La edad y un estilo de vida poco saludable pueden provocar un aumento de la presión arterial que se traduce en la rigidez de las paredes de los vasos arteriales, un aumento del tamaño del corazón (lo que perjudica su funcionamiento regular), la formación de placas ateroscleróticas y un mayor riesgo de accidentes cerebrovasculares e infartos de miocardio.

La hipertensión también da lugar a otros problemas de salud, menos llamativos que un ictus pero igualmente importantes, como el deterioro de la función renal y de las facultades mentales. La hipertensión debe controlarse siempre con regularidad y tratarse con constancia siguiendo los consejos del médico. Para mantener la tensión arterial bajo control es importante:

  • Limitar el consumo de sal: reducir el consumo diario de sal en unos 5 g al día puede disminuir la tensión arterial máxima hasta 8 mmHg y la mínima hasta 4 mmHg. Para las necesidades de nuestro organismo, la cantidad de sal ya contenida de forma natural en los alimentos es suficiente;
  • Comer mucha fruta y verdura, que son ricas en sustancias muy importantes para el organismo y que ayudan, entre otras cosas, a mantener baja la tensión arterial;
  • Reducir el posible sobrepeso;
  • No fumar;
  • Un consumo moderado de café;
  • Hacer actividad física regular. La actividad física de intensidad moderada (30 minutos de marcha rápida al día son suficientes) ayuda a mantener la tensión arterial en un nivel favorable;
  • Controlar el estrés.

Cuando esto ya no sea suficiente, el médico prescribirá un tratamiento farmacológico.

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  • CIRCUNFERENCIA ABDOMINAL: el valor de la circunferencia abdominal es indicativo de la cantidad de grasa acumulada en el abdomen. Los valores óptimos de circunferencia abdominal deben ser inferiores a 94 cm en los hombres e inferiores a 80 cm en las mujeres. De hecho, se sabe que valores elevados de este parámetro se asocian a un mayor riesgo de síndrome metabólico y enfermedad cardiovascular. Así, los sujetos con un perímetro abdominal entre 94 y 101 cm (hombres) y 80 – 87 cm (mujeres) están «en riesgo» y los sujetos con valores superiores a 102 y 88 cm, respectivamente, están «en muy alto riesgo». El exceso de grasa abdominal es, por tanto, enemigo de la salud en general y de la salud cardiovascular porque, además de almacenar energía (una acción muy útil), produce hormonas y sustancias inflamatorias que con el tiempo dañan nuestro organismo y el sistema cardiovascular en particular.

Además, influye negativamente en todos los demás factores de riesgo: diabetes, hipertensión, aumento de la grasa en sangre, etc.

Artículo de fondo

Para salvaguardar la salud del corazón, también es importante tener en cuenta otros factores:

  • Tabaquismo: El tabaquismo, después de la edad, es el factor de riesgo más importante de las enfermedades cardiovasculares.  Además de numerosos agentes nocivos y cancerígenos, el tabaquismo aporta dos sustancias muy peligrosas para el sistema cardiovascular: la nicotina y el monóxido de carbono.  La nicotina, al estimular la producción de adrenalina, aumenta la velocidad de los latidos cardíacos y somete así al corazón a un esfuerzo excesivo. Además, al favorecer la formación de «coágulos» de sangre, la nicotina aumenta el riesgo de trombosis. Por otra parte, el monóxido de carbono reduce la cantidad de oxígeno transportado por la sangre a los distintos órganos y tejidos del cuerpo.
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Fumar es un mal hábito al que hay que renunciar por la buena salud del sistema cardiovascular y de todo el organismo. En comparación con los hombres, el riesgo para las mujeres es aún mayor: con el mismo número de cigarrillos fumados, las mujeres sufren más los efectos nocivos. Nunca es demasiado tarde para dejar de fumar. De hecho, en quienes dejan de fumar, el riesgo de enfermedades cardiovasculares debidas al tabaco se reduce a la mitad al cabo de un año y desaparece por completo en pocos años. Existen centros especializados «antitabaco» que ofrecen cursos personalizados con posibilidad de apoyo psicológico y farmacológico.
  • Sedentarismo: el sedentarismo aumenta el riesgo de desarrollar no solo enfermedades cardiovasculares, sino también diabetes y algunos tipos de cáncer.  La actividad física es útil para fortalecer el corazón, entrenarlo para la fatiga y para disminuir el nivel de riesgo, ya que ayuda a reducir el exceso de peso con la consiguiente disminución del riesgo de obesidad, de tensión arterial y de la probabilidad de desarrollar enfermedades cardiometabólicas y diabetes. Además, mejora la salud general del organismo, ya que también ayuda a prevenir la osteoporosis y las fracturas por fragilidad y a mejorar el equilibrio psicológico. Para reducir el riesgo cardiovascular, se recomienda realizar al menos tres horas semanales de actividad física moderada (por ejemplo, caminar o montar en bicicleta). La actividad física, combinada con una dieta sana, es la mejor manera de mantenerse sano y prevenir las enfermedades cardiovasculares.
Artículo de fondo

Contaminación urbana: los entornos urbanos, tal y como se han desarrollado, caracterizados por la sobrecarga de edificios, la contaminación acústica, atmosférica y visual, la aglomeración y, en verano, la calefacción excesiva, representan situaciones propicias para la aparición de numerosos trastornos y patologías, entre los que destacan los psíquicos y, en particular, la reacción de estrés. El estrés es una condición fisiológica de adaptación del organismo a estímulos planteados por el entorno físico y social, que puede adquirir connotaciones patológicas si se prolonga en el tiempo. Una gran cantidad de literatura científica producida en las últimas décadas muestra la relación entre la contaminación atmosférica y los daños a la salud. En particular, se ha demostrado la existencia de una correlación entre la exposición a la contaminación atmosférica y los efectos agudos, como la mortalidad diaria, las hospitalizaciones y las visitas a urgencias, etc. ……

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Prevención y sustancias naturales

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Numerosas sustancias naturales pueden ser útiles para reequilibrar los parámetros metabólicos, por ejemplo, para mantener la tensión arterial normal y favorecer el funcionamiento regular del sistema cardiovascular, sustancias naturales procedentes del espino blanco, el olivo y el goji; el aceite de krill rico en Omega-3, el arroz rojo fermentado y el fenogreco pueden ser útiles para favorecer el metabolismo normal de los lípidos y reducir así el colesterol y los triglicéridos; sustancias naturales como el té verde y el mate, el trigo sarraceno, el rusco y el ortosifón pueden ser útiles para ayudar al control del peso, el metabolismo de las grasas y mejorar la retención de líquidos; y sustancias naturales complejas a base de polisacáridos pueden ser útiles para reequilibrar los parámetros metabólicos alterados y prevenir la aparición del síndrome metabólico.

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