Infecciones de las vías respiratorias
Las vías respiratorias superiores representan una importante primera línea de defensa contra bacterias, virus y otras sustancias agresivas presentes en el entorno en el que vivimos. Junto con la piel y el intestino, son responsables de bloquear el acceso de agentes externos potencialmente peligrosos para la salud.
La nariz no solo tiene la responsabilidad de filtrar el aire, humidificarlo y calentarlo para hacerlo más adecuado para el correcto funcionamiento de los bronquios y los pulmones, sino que también posee mecanismos de defensa tanto físicos (por ejemplo, su epitelio, el moco, las cilias vibrátiles que movilizan el moco) como químicos (sustancias capaces de bloquear agentes infecciosos) frente a bacterias, virus y sustancias contaminantes. La nariz «modifica» el aire que respiramos antes de que llegue a los pulmones y, considerando que un adulto respira diariamente entre 18,000 y 20,000 litros de aire, realiza un trabajo realmente extraordinario.
Igualmente importante es el papel protector del epitelio de la faringe y las amígdalas. Estas últimas forman un anillo protector entre la parte final de la cavidad oral y la faringe, y protegen contra agentes externos que pueden ser ingeridos. La capacidad del funcionamiento adecuado de la nariz y la garganta determina la salud de las partes más bajas de nuestro aparato respiratorio (laringe, tráquea, bronquios y pulmones).
Cuando hablamos de vías respiratorias superiores, desde un punto de vista estrictamente anatómico, nos referimos a la parte del aparato respiratorio que incluye las fosas nasales, las cavidades nasales, la faringe y la laringe, que aseguran el paso del aire hacia la tráquea, los bronquios y los pulmones.
Las infecciones de las vías respiratorias superiores son las enfermedades infecciosas agudas más comunes. Cuando hay una inflamación aguda causada por virus o bacterias, todas las partes de las vías respiratorias superiores pueden verse afectadas (nariz, faringe y senos paranasales).
El médico usará diversas definiciones para precisar su diagnóstico dependiendo de las áreas más o menos afectadas. Los diagnósticos más frecuentes son: rinofaringitis aguda (o resfriado común, inflamación de las cavidades nasales, la faringe y las amígdalas), rinosinusitis aguda (inflamación de las cavidades nasales y los senos paranasales) y faringitis o faringoamigdalitis aguda (inflamación de la faringe, la úvula y las amígdalas).
Además, parece ya confirmado que, cuando hay una infección en las vías respiratorias superiores, las vías inferiores también están implicadas en la inflamación, aunque de manera menos intensa. Esto explica por qué la tos es uno de los síntomas más frecuentes, molestos y duraderos.
Las infecciones de las vías respiratorias superiores afectan a todas las edades: los adultos y adolescentes experimentan un promedio de 2 a 4 episodios al año, mientras que los niños tienen entre 6 y 8 episodios anuales.
Aunque generalmente son infecciones benignas y capaces de curarse por sí solas, debido a su frecuencia causan mucho malestar, ausencias en el trabajo y en la escuela, costos sociales muy elevados y, a menudo, un uso inapropiado de medicamentos
DURACIÓN MEDIA DE LAS INFECCIONES AGUDAS MÁS COMUNES DE LAS VÍAS RESPIRATORIAS SUPERIORES
Rinofaringitis (resfriado común) | 4-9 días |
Faringitis | 1 semana |
Rinosinusitis | 12 semanas y media |
¿Qué desencadena una infección de las vías respiratorias superiores?
La mayoría de las infecciones de las vías respiratorias superiores son de origen viral, siendo menos frecuente que las causen bacterias (aproximadamente el 25% de los casos). Virus y bacterias penetran en el organismo de dos maneras: a través de diminutas gotas de saliva o secreciones nasales expulsadas por personas que tosen o estornudan sin cubrirse la boca y la nariz con un pañuelo, o al llevarse las manos a la boca o la nariz tras haber tocado inadvertidamente superficies contaminadas. Una vez que penetran en la nariz, los virus y bacterias invaden la mucosa que recubre las paredes de las cavidades nasales, los senos paranasales y la faringe, activando sistemas de defensa mecánicos e inmunitarios.
Entre las defensas mecánicas, el moco desempeña un papel particularmente activo y eficaz al atrapar los agentes patógenos y facilitar su expulsión, al igual que las cilias vibrátiles de las células de la mucosa, minúsculos filamentos que, mediante un movimiento regular, empujan el moco y los agentes agresores hacia la rinofaringe.
El sistema inmunitario responde rápidamente a la llegada de los gérmenes, produciendo sustancias químicas que desencadenan la inflamación, útil para bloquear los agentes patógenos, y reclutando células especializadas que tienen la tarea de capturarlos y digerirlos (técnicamente, «fagocitarlos»). Durante una enfermedad infecciosa que provoca inflamación de las vías respiratorias, la mucosa produce sustancias oxidantes, como los radicales libres, que pueden ser dañinas para la propia mucosa. La potente reacción de defensa desplegada por el organismo es, al menos en parte, responsable tanto de los daños en la mucosa como de los molestos síntomas que se experimentan durante una infección respiratoria aguda (fiebre, dolor, tos).
Cuando uno se enferma con demasiada frecuencia
Se dice que una persona sufre de infecciones respiratorias recurrentes cuando se enferma más de 2-4 veces al año (si es adulto) o más de 6-8 veces al año (si es un niño).
Las razones por las cuales esto ocurre son muy diferentes entre adultos y niños. Aunque en ciertas condiciones de estrés físico o psicológico un adolescente o adulto puede enfermarse más de lo habitual, si las infecciones respiratorias se repiten con frecuencia en pocos meses, especialmente si también se ven afectadas las vías respiratorias inferiores, es recomendable acudir al médico para una evaluación diagnóstica más detallada.
Algunas condiciones facilitan enfermarse con frecuencia, como el tabaquismo (incluso el pasivo), permanecer en lugares muy concurridos y mal ventilados, padecer asma, alergias u otras enfermedades respiratorias crónicas. En niños menores de 5 años, enfermarse con frecuencia suele estar relacionado con la inmadurez del sistema inmunitario, ya que las defensas contra las infecciones no están completamente desarrolladas al nacer.
Plantas y sustancias naturales para la prevención de infecciones de las vías respiratorias
Entre las plantas más interesantes para apoyar al organismo cuando se sufren infecciones respiratorias recurrentes están la Echinacea y la Uncaria. Las propiedades de estas plantas han sido estudiadas con métodos científicos modernos, tanto en laboratorio como con estudios en humanos adultos y, en el caso de la Echinacea, también en niños. Estos estudios han demostrado que la Echinacea aumenta el número de células que nos protegen contra las agresiones de virus y bacterias (linfocitos, granulocitos, macrófagos, etc.) y hace que las células del sistema inmunitario produzcan sustancias que ayudan al organismo a eliminar los agentes infecciosos.
La Uncaria actúa positivamente sobre las defensas inmunitarias, y se ha descubierto que su acción es aún más eficaz si se toma junto con la Echinacea, ya que ambas trabajan en sinergia para apoyar el sistema inmunológico. El saúco es una planta utilizada por el ser humano desde la antigüedad debido a sus propiedades saludables, ya que los flavonoides que contiene limitan la acción de los virus impidiendo que se adhieran a las células del organismo, evitando así su capacidad destructiva. Este efecto del saúco puede ayudar de manera significativa a potenciar las acciones inmunomoduladoras de plantas como la Echinacea y la Uncaria, mejorando la eficacia de las respuestas del organismo frente a los virus.
Las acciones de estas plantas, ya sea solas o en combinaciones equilibradas, ayudan a afrontar mejor las infecciones de las vías respiratorias. De hecho, el sistema inmunitario está más «preparado» para responder a las agresiones de virus y bacterias y «apaga» más rápidamente el estado inflamatorio que estos provocan. Estas plantas o combinaciones de sus productos pueden tomarse en ciclos de 20 días consecutivos, seguidos de una pausa de dos semanas, generalmente comenzando al inicio del otoño, aunque se puede empezar a tomarlas en cualquier momento del invierno si es necesario.
Finalmente, la acerola, naturalmente rica en vitamina C y otras sustancias como los polifenoles y el ß-caroteno que potencian su acción global, tiene un efecto de apoyo y regeneración para nuestro organismo. En combinación con el saúco, garantiza un soporte fisiológico en casos de malestar como durante la gripe, ya que facilita los mecanismos fisiológicos de respuesta a los problemas típicos de la temporada invernal, asegurando una pronta acción en caso de necesidad.
Cómo protegerse de las infecciones de las vías respiratorias y limitar el contagio
- Evitar el contacto cercano con personas que tengan resfriado.
- Evitar tocarse la cara (especialmente la boca y la nariz) con las manos si no se han lavado recientemente.
- Al estornudar o toser, cubrirse la boca y la nariz con un pañuelo. Si no se tiene un pañuelo a mano, tratar de cubrirse la boca y la nariz con el codo.
- Cambiarse frecuentemente el pañuelo y lavarse bien las manos después de usarlo.