Contaminación del aire interior (Indoor)
El aire interior es el que se respira en ambientes cerrados (casas, escuelas, oficinas, centros comerciales, etc.), y teniendo en cuenta que una persona inhala entre 10.000 y 20.000 litros de aire al día, y que la mayor parte de este aire proviene de ambientes interiores, es importante conocer las fuentes más comunes de contaminación del aire para actuar de manera que se reduzca tanto la cantidad como el tipo de contaminación, reduciendo así también el riesgo de enfermar. De hecho, a pesar de que el entorno doméstico se considera seguro, la literatura científica ha demostrado una clara relación entre la exposición a contaminantes del aire interior y los efectos sobre la salud. Esto afecta a toda la población expuesta, pero el fenómeno es especialmente relevante para los grupos más vulnerables, como los ancianos, los niños y las personas con enfermedades crónicas.
En particular, los contaminantes domésticos se dividen en tres tipos:
- Químicos: partículas (PM2.5, PM10), disolventes, óxidos de carbono y nitrógeno (provenientes de la combustión), pesticidas, plomo, ácidos (clorhídrico, lejía, etc.) y bases (amoníaco, sosa, etc.).
- Físicos: ruido, radón y radiaciones no ionizantes.
- Biológicos: bacterias, moho y esporas, ácaros, caspa y pelos de animales.
Estos contaminantes domésticos provienen de fuentes externas (tráfico, industrias, instalaciones de eliminación de residuos) y del entorno en el que se encuentra la vivienda, pero también de cómo está construida la vivienda. En este sentido, son fundamentales la orientación (respecto al sol y a los vientos), las técnicas constructivas (aislamiento, ventilación e iluminación), que deberían garantizar un buen aislamiento y el mantenimiento óptimo de parámetros como la humedad y la temperatura, así como la calidad de los materiales, que no deben emitir sustancias peligrosas o radiaciones.
También los muebles y objetos que colocamos en nuestras casas, junto con nuestras actividades, pueden convertirse en fuentes de contaminación. Por ejemplo, las pinturas que usamos para pintar pueden ser una fuente de sustancias peligrosas, al igual que los muebles (especialmente los nuevos), los detergentes o ciertos ambientadores, las emisiones de los fogones (si no se aspiraron y se condujeron al exterior), la combustión de biomasa no correctamente aspirada, los pesticidas para el cuidado de las plantas y otras sustancias que pueden utilizarse para realizar trabajos en casa o para pasatiempos, y el humo de tabaco.
Entre las sustancias más detectadas en el aire interior se encuentran los compuestos orgánicos volátiles (COV), como la formaldehído, emitida por tapicerías, muebles fabricados con madera prensada recién instalados, colas, disolventes, pinturas e incluso esmaltes de uñas, ambientadores o ropa tratada recientemente en la lavandería. Una fuente de COV también son herramientas de trabajo como impresoras láser y fotocopiadoras. Los productos de combustión (chimenea o estufa de pellets) y el humo del cigarrillo, uno de los más peligrosos, también son contaminantes importantes del aire interior. Entre los contaminantes internos se encuentra también el radón, un gas radiactivo natural que entra desde el exterior si las viviendas no han sido construidas con los debidos precauciones.
Consejos útiles para prevenir la contaminación del aire interior (indoor):
No fumar ni permitir que alguien fume en casa o en el coche. Mantener las ventanas abiertas o bajar los cristales del coche no ayuda; el humo pasivo es un potente factor contaminante. De hecho, los contaminantes del humo impregnan los muebles, lo que representa un riesgo para la salud, especialmente para los más pequeños.
Dejar airear la ropa lavada en seco recién retirada de la lavandería antes de guardarla.
Evitar o limitar el uso de tejidos tratados (como los hidrófugos o antimanchas).
Limitar el uso de impresoras láser en casa.
Prestar atención al microclima: valores de temperatura y/o humedad demasiado elevados favorecen la proliferación de moho, ácaros y otros agentes biológicos.
Abrir las ventanas con frecuencia, especialmente durante las actividades domésticas. Los intercambios frecuentes de aire ayudan a reducir la contaminación interior (si vives en zonas con tráfico, es mejor hacerlo por la mañana, cuando la intensidad del tráfico es menor).
Encender la campana extractora al cocinar.
Para tus niños: Preferir marcadores o resaltadores a base de agua, comprar lápices de colores y dejarlos jugar con pinturas a base de agua.
Buenas prácticas para la limpieza y el mantenimiento del hogar:
Evitar el exceso de uso de detergentes y desinfectantes, leer la etiqueta y seguir minuciosamente las instrucciones.
No mezclar productos de limpieza doméstica, ya que pueden originarse emisiones muy peligrosas. Es mejor usar productos naturales y biodegradables (vinagre, sal, agua de la cocción de la pasta, etc.).
Recuerda que «limpio» no significa necesariamente «fragante»: Los ambientadores pueden liberar compuestos orgánicos volátiles en el aire, entre los cuales se encuentran sustancias irritantes, alérgenas y sospechosas de ser cancerígenas.
Lavar regularmente tapicerías y cortinas: Pasar la aspiradora con frecuencia en el suelo y usar un trapo húmedo para eliminar el polvo.
Eliminar regularmente el polvo de superficies, textiles y suelos, especialmente si tienes mascotas. Esto ayudará a eliminar una buena parte de los alérgenos.
Limpiar regularmente los filtros de los aires acondicionados.
Evitar el uso de insecticidas o sustancias químicas para las plantas y el jardín tanto como sea posible. Si decides usarlas, evita permanecer en la habitación donde se haya realizado la operación.
Y algunas buenas prácticas para nuevas construcciones y renovaciones:
Utilizar tanto como sea posible técnicas de construcción sostenible.
Preferir productos naturales en la elección de materiales de construcción o pinturas (especialmente en las habitaciones de los niños).
Evitar permanecer en las habitaciones durante algunos días y ventilar con frecuencia durante algunas semanas después de realizar renovaciones, pintar o instalar muebles nuevos.
Realizar preferiblemente actividades de bricolaje al aire libre, eligiendo conscientemente los productos a utilizar y asegurando una buena ventilación en los espacios donde se realicen las creaciones y trabajos manuales.
No colocar la cama contra la pared donde se encuentren electrodomésticos (como la nevera) que siempre están encendidos. Esto ayudará a reducir la contaminación electromagnética.
Evitar, por la misma razón, que los niños permanezcan cerca de electrodomésticos encendidos.
Sustituir, si es posible, el WI-FI por sistemas de transmisión por cable que permiten extender la señal (por ejemplo, Ethernet).
Asegurarse de que la instalación eléctrica se realice de manera que minimice el campo magnético interior.
Evitar la instalación de sistemas de biomasa (estufas de leña, pellet o calderas de astillas) para calefacción. Y si no es posible, hacer que se evalúe la localización y la elección del sistema para minimizar su impacto en la salud, y elegir cuidadosamente la biomasa utilizada (madera que haya sido secada durante al menos dos años y/o pellet con baja producción de cenizas).
