Dormir es una necesidad primaria para nuestro organismo y, sin embargo, ¿alguna vez nos hemos preguntado qué es, para qué sirve y por qué representa un problema para muchos?
Probablemente, no tenemos una “cultura del sueño” suficiente que nos lleve a considerarlo como un hábito fundamental para nuestra salud. A menudo oímos decir que para estar bien hay que seguir una dieta equilibrada y hacer ejercicio, pero se habla mucho menos del sueño y de todos los buenos hábitos que conviene mantener para disfrutar plenamente de sus beneficios.
Dormir es una actividad necesaria para restablecer el equilibrio físico y psicológico de nuestro cuerpo. El cuerpo descansa, pero el cerebro desarrolla una actividad intensa y toda la información aprendida se asienta. De hecho, durante el sueño el cerebro sincroniza los biorritmos esenciales para la salud: presión arterial, frecuencia cardíaca, temperatura corporal, ritmo de sueño-vigilia, biorritmos hormonales y también tono muscular. También desempeña un papel esencial en la recuperación de la fatiga y el desgaste diario, tanto a nivel metabólico, como biológico y psíquico. Todo ello es esencial para nuestro bienestar y poder afrontar adecuadamente las tareas diarias.
La duración apropiada del sueño depende de cada persona según la edad, estado de salud, estado emocional y otros factores. El tiempo ideal de sueño es aquel que nos permita realizar las actividades diarias con normalidad.
Hay personas que duermen muy poco y están bien y otras que necesitan dormir más para sentirse en forma. Además, hay quienes adoran acostarse pronto por la noche, también llamados “alondras”, porque por la mañana se levantan temprano y están activos y listos para realizar sus actividades, y otros que prefieren acostarse tarde, los “búhos”, que están lúcidos y activos por la noche, pero por la mañana necesitan más tiempo para despertarse.
Es muy importante reconocer a tiempo los signos de una mala calidad del sueño porque, si los descuidamos, terminaremos empeorando la situación y consolidando malos hábitos que después serán difíciles de corregir.
Asimismo, la duración del sueño también varía a lo largo de la vida: los niños pequeños duermen muchísimo, de día y de noche, y tal y como van creciendo (alrededor de los 3 o 4 años) sustituyen el sueño diurno por el nocturno. A medida que envejecemos, el tiempo total de sueño disminuye.
Sin embargo, si no dormimos correctamente, estamos más irritables y ansiosos, disminuye la atención, la concentración y la memoria y rendimos menos en la escuela, en el trabajo y en las actividades diarias.