Los estilos de vida afectan nuestra salud. La alimentación no solo impacta nuestra salud personal, sino también la de los demás y del planeta - Apoteca Natura

Los estilos de vida afectan nuestra salud. La alimentación no solo impacta nuestra salud personal, sino también la de los demás y del planeta

El consumo excesivo de productos de origen animal (leche y derivados, carne, huevos y pescado) está directamente relacionado con la existencia de granjas industriales, lugares generalmente cerrados donde los animales son concentrados en espacios extremadamente reducidos, en condiciones antinaturales, con el único fin de maximizar el beneficio económico.

Estas granjas surgieron en la segunda mitad del siglo XX para satisfacer el aumento de la población y la demanda de proteínas de origen animal. Con el tiempo, esta necesidad de proteínas también se ha incrementado artificialmente, sin evidencia científica que respalde que este aumento en el consumo pro-cápita corresponda a una mejora en la salud humana.

En estas condiciones, los animales sufren, se enferman y reciben tratamientos farmacológicos. Esta situación ha sido puesta en duda en relación con la salud y el bienestar de los animales, la salud humana y la del planeta.

Las granjas industriales generan sufrimiento animal, zoonosis (enfermedades transmitidas de los animales a los humanos), contribuyen al desarrollo de la resistencia antimicrobiana, afectan a los recursos alimentarios humanos al restar superficie agrícola útil para la producción de alimentos para el ser humano en favor de los destinados a los animales, son la principal causa de deforestación y pérdida de biodiversidad (la coexistencia de diversas especies animales y vegetales en un ecosistema crea un equilibrio gracias a sus relaciones recíprocas), consumen recursos hídricos (en Italia, 1 kg de carne requiere entre 8.625 y 11.500 litros de agua), y contaminan el aire, la tierra y las aguas mucho más que cualquier otro tipo de ganadería.

La acuicultura, por ejemplo, altera el equilibrio de las aguas y los ecosistemas marinos, causando daños significativos.

Durante más de 20 años, varios organismos oficiales, como la ONU, la Comisión Europea y las instituciones italianas, han reconocido esta problemática.

Un informe de ISPRA (Instituto Superior para la Protección y la Investigación Ambiental) de 2020 destaca que estos sectores contribuyen en un 7% a las emisiones de gases de efecto invernadero en Italia y en un 94% a las emisiones de amoníaco (NH3), que contribuye a la formación de partículas finas.

En el sector agrícola, la ganadería es responsable del 70% de las emisiones directas a nivel global, además de las emisiones vinculadas al cultivo de alimentos destinados a la alimentación animal (por ejemplo, el uso de fertilizantes sintéticos). Las emisiones globales de la agricultura y la ganadería combinadas son comparables a las del sector de transporte (14,5% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero).

Esto se debe a un equivoco aún sostenido, que promueve la idea del “necesario” consumo de proteínas animales, idea que no corresponde a los criterios para una dieta saludable, como la dieta mediterránea, universalmente reconocida.

El consumo promedio actual de proteínas animales, especialmente de carnes rojas, está relacionado con varios tipos de cánceres del aparato digestivo (cánceres de colon, páncreas y estómago).

Se estima que cada año se producen 34,000 muertes a nivel global debido al consumo de este tipo de dietas.

Además, aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares, hepáticas, renales, diabetes y la exacerbación de problemas respiratorios.

¿Son necesarias las granjas industriales para cubrir la verdadera necesidad alimentaria humana, partiendo de una definición reconocida de dieta sana y sostenible?

Según la FAO, «las dietas sostenibles son aquellas de bajo impacto ambiental, que contribuyen a la seguridad alimentaria y nutricional, y a una vida sana para las generaciones presentes y futuras. Ayudan a proteger la biodiversidad y los ecosistemas, son culturalmente aceptables, económicamente justas y accesibles, optimizando los recursos naturales y humanos».

Un importante estudio internacional de 2021 afirma que, para 2050, la agricultura orgánica podría alimentar a toda la población europea.

La ganadería orgánica es vista por los ciudadanos como un modelo que garantiza el bienestar y la salud de los animales, lo que resulta en alimentos más saludables y mayores beneficios para el medio ambiente.

No obstante, es necesario aclarar el significado de «orgánico».

El objetivo de la legislación europea (Reglamento 2018/848) sobre las producciones orgánicas es la protección ambiental y el bienestar animal, no necesariamente la salud humana.

Aunque este reglamento mejora las condiciones de bienestar animal en comparación con la ganadería industrial, entre las excepciones y concesiones, permite condiciones que no constituyen un cambio radical de paradigma.

Las producciones orgánicas no están sometidas a control por parte de organismos oficiales para garantizar la salud de los consumidores (como los servicios veterinarios públicos), sino que están supervisadas por organismos privados que son financiados por los productores y acreditados por el Ministerio de Agricultura. Dado que el «orgánico» es una marca comercial y no sanitaria, no está sujeto a la verificación por parte de los municipios y las regiones durante la fase de autorización, para asegurar que el proyecto cumpla con los objetivos verdaderamente orgánicos.

Esto no disminuye la calidad de las empresas que operan genuinamente según los principios de la agricultura orgánica, pero es fundamental entender que la legislación ha puesto las garantías de control orientadas a garantizar la correspondencia con una marca comercial, y no a la protección de la salud pública.

La calidad organoléptica de los productos orgánicos los hace más adecuados para una alimentación saludable, pero sin certificaciones y controles por parte de organismos sanitarios, pueden surgir dudas sobre su verdadera salubridad.

El orgánico necesita credibilidad, verificaciones y controles imparciales. Existen algunas dudas sobre situaciones territoriales en las que, a pesar del aumento de las tierras dedicadas a la agricultura orgánica, no se observa una disminución de la presencia de pesticidas en los análisis de agua y tierra.

Autores:

Dra. Eva Rigonat
Ex veterinaria pública, autora del libro «Veterinaria y Mafias», ISDE Modena.

Dr. Roberto Monfredini
Médico veterinario, miembro del Comité Científico de ISDE.

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