La diarrea es un mecanismo de defensa que activa el organismo para eliminar rápidamente lo que la ha provocado (p. ej., virus, bacterias y toxinas).
Se caracteriza por la deposición de heces blandas o semilíquidas 3 o más veces al día.
El hecho de que las heces sean muy blandas o acuosas cuenta más que el número de evacuaciones.
Según la duración, se puede hablar de diarrea aguda (ocasional) y persistente y/o crónica (recurrente).
La diarrea aguda (ocasional) comienza rápidamente y desaparece en un tiempo máximo de 14 días.
En el 90% de los casos se debe a una infección por virus o bacterias y puede ir acompañada de fiebre, vómito y dolor abdominal.
Las gastroenteritis agudas en los países desarrollados son causadas principalmente por virus (entre los más frecuentes: Rotavirus y virus de Norwalk); otras causas son las toxinas bacterianas (sustancias que provocan intoxicación) como por ejemplo la toxina del estafilococo, que se puede desarrollar en los alimentos, u otras toxinas (como hongos).
Otro tipo de origen infeccioso es la diarrea del viajero.
Muchos medicamentos, y principalmente los antibióticos, pueden provocar diarrea aguda.
La diarrea crónica dura más de 30 días; también existe una forma intermedia (entre la aguda y la crónica) que dura de 14 a 30 días, y se denomina «persistente».
La diarrea persistente prolongada suele ser síntoma de muchos trastornos crónicos del aparato gastrointestinal.
Algunas de las causas comunes son: trastornos funcionales del intestino, entre los cuales el síndrome del intestino irritable, o enfermedades más serias (como la enfermedad de Crohn o la colitis ulcerosa), enfermedades que dan lugar a problemas de absorción (como la enfermedad celíaca) o infecciones crónicas por parásitos.
También los medicamentos pueden provocar diarrea crónica.
La diarrea puede ser consecuencia de muchos factores: la diarrea aguda se debe en el 90% de los casos a una infección viral o bacteriana, y en los demás casos, a toxinas, fármacos o a sustancias tóxicas en los alimentos.
Las formas crónicas a menudo se asocian a trastornos funcionales del intestino, entre los cuales el síndrome del intestino irritable, a enfermedades más serias (como la enfermedad de Crohn o la colitis ulcerosa), a la enfermedad celíaca, a infecciones crónicas por parásitos o a terapias prolongadas con medicamentos que pueden provocar diarrea.
En la diarrea, las heces resultan blandas e inconsistentes debido a un desequilibrio entre la secreción de los líquidos y su reabsorción, y por el aumento de las contracciones intestinales que hacen de mecanismo de defensa para eliminar rápidamente el agente responsable de la diarrea (p. ej., virus, bacteria, toxinas).
Normalmente, un 90% de los líquidos que se segregan en el intestino se reabsorben en el intestino delgado; el resto, en el colon; y solo una pequeña parte se elimina junto con las heces.
Virus, bacterias, toxinas, fármacos, causan una alteración de la barrera mucosa intestinal y la segregación de cantidades excesivas de agua y sales minerales en el intestino que no pueden reabsorberse, lo que puede dar lugar a deshidratación.
La complicación más seria de una diarrea aguda intensa es la deshidratación, es decir, la reducción excesiva del nivel fisiológico de agua y sales minerales presentes en el cuerpo.
Es posible deshidratarse si se toma poca agua con la dieta o, como en el caso de la diarrea, si se pierde de forma excesiva.
El agua y las sales minerales son componentes fundamentales de nuestro cuerpo, motivo por el cual su cantidad no debe estar por debajo de determinados niveles.
El riesgo de deshidratación es muy alto en los niños y en los ancianos.
Con respecto a los adultos, los niños se enferman más a menudo de diarrea infecciosa aguda y se deshidratan con mayor facilidad, sobre todo los recién nacidos y los pequeños de hasta 2 años de edad.
Por este motivo la gastroenteritis aguda es una de las mayores causas de hospitalización infantil.
En el 70% de los casos de diarrea aguda infantil, los responsables son los virus (Rotavirus y Norovirus).
Los Rotavirus atacan a los más pequeños (lactantes) y provocan sobre todo diarrea, mientras que los Norovirus afectan con mayor frecuencia a los niños y a los jóvenes, y provocan más vómito y dolor abdominal (son más comunes en invierno).
En el 10-20% de los casos, los responsables son bacterias (p. ej., Salmonella, Escherichia coli), y parásitos en el 10%.
En los niños, el riesgo de deshidratación es mayor puesto que su cuerpo requiere más agua y sales minerales con respecto al del adulto.
Al nacer, un 75-80% del peso del cuerpo es agua; sucesivamente este nivel baja al 60-65% en los niños en edad preescolar, y al 55-60% en los adolescentes y los adultos.
El niño pequeño tiene más agua en el espacio extracelular (es decir, fuera de las células, líquidos circulantes, secreciones) y, considerando que es precisamente del espacio extracelular de donde se pierde en mayor medida agua cuando se tienen diarrea y vómito, es más fácil que se produzca un desequilibrio de agua y sales minerales.
De no compensarse estas pérdidas, el niño corre el riesgo de sufrir una deshidratación de distintos niveles de gravedad.
En un niño enfermo de diarrea, también la pérdida de peso indica qué tan intensa es la deshidratación:
Cuando el niño pierde peso, aun si la pérdida es leve, debe ser examinado por el pediatra.
Un niño con diarrea debe ser examinado cuanto antes por el pediatra si:
La mucosa intestinal, además de las funciones de digestión y absorción de los alimentos, desempeña un papel fundamental de defensa y regula la respuesta inmunitaria.
Los factores de defensa de la mucosa son: la mucosidad, la capa de células epiteliales, la microbiota y una función antioxidante eficaz (neutralización de los radicales libres, sustancias dañinas si se producen en exceso).
La alteración de la barrera mucosa intestinal puede ser causada por virus, bacterias, fármacos o inflamación, y provoca un aumento de permeabilidad de la mucosa intestinal con pérdida de sales, mayor capacidad de reacción de las terminaciones nerviosas con más contracciones intestinales (calambres dolorosos) y pérdida del equilibrio de la flora bacteriana (microbiota).
Todo esto da como resultado diarrea, dolores abdominales, malestar, riesgo de deshidratación.
La diarrea por fármacos (que los médicos llaman «yatrógena») es un evento adverso común asociado al uso de fármacos (el 7% de todos los eventos adversos producidos por fármacos).
Son más de 700 los fármacos que pueden provocar la diarrea, y esto debe tenerse en cuenta sobre todo en el caso de las personas ancianas, que a menudo se someten a tratamientos con varios medicamentos durante períodos prolongados.
Las personas ancianas presentan un nivel de agua corporal más bajo, menor percepción de la sensación de sed y una respuesta hormonal a la deshidratación insuficiente.
Todo esto las hace más propensas a deshidratarse, sobre todo si la enfermedad las obliga a permanecer en la cama.
Una señal significativa de deshidratación es una reducción inesperada de peso del 3% o más.
Los ancianos a menudo no perciben los síntomas de la deshidratación.
En el caso de la diarrea aguda intensa, el riesgo de deshidratación es bastante elevado, por lo que se debe beber constantemente para mantener el equilibrio de agua y sales minerales.
Una terapia de antibióticos puede ocasionar una diarrea más o menos grave, puesto que provoca el desequilibrio de la flora bacteriana (disbiosis).
En general, los antibióticos provocan una diarrea aguda (es decir, de corta duración), que desaparece a menudo de forma espontánea, aunque la disbiosis puede durar mucho más.
Los antibióticos que provocan diarrea con mayor frecuencia son: las cefalosporinas, la ampicilina, la amoxicilina + ácido clavulánico, la clindamicina y las fluoroquinolonas.
La diarrea del viajero es un tipo particular de diarrea infecciosa, casi siempre de origen bacteriano (Escherichia coli en el 50-60% de los casos, Shigella, Salmonella y Campylobacter en un 10-15% de los casos).
Los países a alto riesgo son: Sudeste Asiático, África, América Latina; casi el 40% de las personas que viajan a dichos lugares pueden verse afectadas.
Las bacterias entran en el organismo con los alimentos, o con agua o hielo contaminados.
Por este motivo es recomendable consumir siempre alimentos cocidos y beber agua solo de envases sellados.
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